Si no habláramos,
nos perderíamos;
seríamos barro,
barro mudo
que se muestra sólo
cuando lo pisan
unos pies desnudos.
Si no habláramos,
¿lograrían nuestros ojos
decirlo todo?,
¿podría nuestro cuerpo
manifestar
lo reservado a los labios?
Si no habláramos,
la poesía
estaría presa
en el silencio,
el amor, la tristeza,
la cara de un niño,
la selva, el mar,
las estrellas...
Si no habláramos,
apresaríamos los secretos,
los enigmas más recónditos,
y los atesoraríamos
para nosotros solos,
avaros, discretos.
Si no habláramos,
casi no seríamos personas,
ni animales, ni plantas,
ni espíritu, ni cielo.