En la terraza del bar cae un avión. Un paisano lo coge y lo lanza al aire. Las doce de la noche. Paseamos por el pueblo. Un saltamontes junto a un coche; más adelante, en una pared, a la luz de una farola, una salamanquesa aguarda presa. Por el camino del cementerio, una cochinilla; me acerco y se hace una bola. Ya en la carretera, cruza una araña. Nos sentamos en un banco. La luna, creciente, muestra un tono amarillo que hipnotiza.
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