Iba a buscarte y me encontré,
de improviso, con el atardecer,
esas luces fugaces que se van
degradando,
que se van poniendo, a veces,
tan sumamente fuertes, rojas,
encarnadas,
en otras ocasiones te queman los
ojos,
pero te dulcifican la mirada,
el horizonte ardiendo,
y tú, pura brasa ya, que no la
encuentras,
que la buscas y, al darte otra vez
la vuelta,
y quedar a tu espalda,
te tropiezas con otra suave,
fragante,
llena de olores maravillosos,
de frescura infinita.
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